A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante
Oscar Wilde
Es difícil escribir un post sobre Karin Habermeyer después de haberla entrevistado. Tal vez hubiese sido más fácil que me contasen su historia para armar una columna o haberla construido a partir de anécdotas de otros corredores y corredoras, pues siento que de ninguna manera le voy a hacer justicia.
Quedo chico
Mientras la entrevistaba me emocionaba con sus recuerdos y a los treinta minutos de relato me di cuenta que iba a ser extremadamente complejo tomar distancia para poner las cosas por escrito.
En varios momentos del zoom me sentí completamente identificado con su proceso y en otros simplemente me quedé con la boca abierta.
Karin lleva veinte años corriendo.
Partió a los cincuenta y desde entonces nunca ha parado.
Y más allá del running, es una experta en cambios.
Su vida ha sido un cambio constante.
* * *
Como tantos psicólogos, confieso ser malo para los números y fechas, pero recuerdo en años prepandémicos sacar a pasear a mi perrita por el Parque Bicentenario después de dejar a mis hijos en el colegio.
Y mientras caminaba alrededor de las lagunas vi a un grupo de personas correr y entrenar. Me llamó la atención el grupo y al acercarme una mujer que corría con sus perros, me dijo que me sumara.
Efectivamente era la Karin, la misma mujer que entrevisté esta semana y de la que he escuchado hablar una y otra vez a Gonzalo y al grupo de runners de Correr Corriendo. No se acordaba mucho de mi cara, pero cuando le conté que mi perrita era sorda, se acordó al instante.
Almas Perrunas
Así partimos la entrevista y al entrar en materia, Karin me cuenta que a los cincuenta años llegó a una clínica por temas de obesidad y adicciones.
Sin ningún pelo en la lengua, me cuenta que había sido alcohólica, adicta y suicida y que, desde que se puso a correr, esa vida quedó atrás.
Para siempre.
Chau psiquiatras, chau psicólogos, chau pastillas.
Karin conoció la trotadora haciendo un test de esfuerzo y no quiso parar de correr… y de cambiar.
Quiebre matrimonial de por medio, Karin decide dejar atrás su pasado y al año de estar entrenando corre su primera maratón… “como si mi vida dependiera de ello”.
Mientras la escucho se me ponen los pelos de gallina, pero Karin no para de sonreír. Su alegría y su humor es contagioso y puede contar episodios oscuros de su vida sin quebrarse ni hundirse.
“Correr no me costó nada, nací para esto”.
Con esta firme convicción, que la ha sostenido por dos décadas, Karin empieza a entrenar con Santiago Runners, grupo humano del que guarda los mejores recuerdos.
Desde su nueva vida en Chiloé reconoce que echa de menos correr en grupo, que a veces siente nostalgia, pero que no se arrepiente de haber hecho un nuevo cambio en su vida.
Dejó el continente y se fue a la gran isla con sus perros.
Al tiempo, corriendo por el Parque Bicentenario, conoció a Gonzalo y a Mauricio, quienes la invitaron a integrar Correr Corriendo.
Durante un tiempo Karin, entrenó con ambos equipos, pues correr se había transformado en un sistema de vida. Es más que eso, “es mi vida”.
Desde el sur, recuerda con cariño a ambos equipos, pues correr en grupo no solo es una experiencia entretenida, sino profunda.
“Cuando corres no hay disfraces ni caretas. Al principio uno habla cosas divertidas, las típicas anécdotas de la vida, del trabajo, de los hijos, pero después de un rato ya te vas a la profunda. Esas conversaciones son muy buenas y enriquecedoras”.
Pero Karin también disfruta correr sola y conectarse consigo misma, conversar con ella y aunque no puede correr por la isla como lo hacía por las calles y parques de Santiago, todos los días se sube a la trotadora mirando al mar.
“Es muy potente estar acá, correr una hora con este tremendo paisaje”.
Desde Chiloé se acuerda que cuando empezó a entrenar se transformó, para su círculo más cercano, en “la loca que se puso a correr”, una mujer que empezó a caer mal entre sus amigos porque había dejado de tomar y consumir como antes hacía.
“Cambié y les caí pésimo; ellos no querían perder a un miembro del grupo”.
Y con su mundo en contra, Karin se lanzó a correr y se exigió al máximo, pues sin darse cuenta, repetía patrones y seguía haciendo las cosas para complacer a los demás.
Salirse de un grupo que giraba en torno al carrete y a la vida social fue difícil, por lo que su fuerte necesidad de pertenecer la hizo exigirse al máximo para sentirse merecedora del espacio que le estaban haciendo.
Karin, al principio, quería pertenecer y agradar.
Hoy su meta es llegar a la meta y disfrutar.
Corro para mí.
* * *
Al preguntarle a Karin cuáles habían sido los beneficios de empezar a correr se ríe y me cuenta que cuando ha ido a liceos de niñas a dar charlas sobre el running, ha sacado aplausos cuando afirma que gracias al running “pudo decirle adiós a las dietas. Si corres puedes comer más y no subir de peso”.
En el segmento de recomendaciones, mi entrañable entrevistada -pues ya la adoro- me dice que “hay que prepararse mental y físicamente para pasarlo bien y hacerlo bien. Y que nunca hay que ir a una carrera obligado o presionado por el grupo. Hay que correr cuando uno se siente bien y hacerlo para uno y no para los demás”.
Después de 20 años corriendo y varias maratones en el cuerpo, se nota que Karin sabe de lo que habla e insiste en este punto: “no hagas nada por agradar a nadie ni para agarrar un podio, sumar un puesto o medalla. A nadie le interesan tus tiempos. Haz las cosas a tu ritmo, disfruta cada etapa y escucha a los entrenadores, los preparadores físicos y a los más experimentados. Es importante escuchar, pues todos necesitamos ser escuchados”.
Las palabras de Karin pueden ser extrapoladas a distintos ámbitos. ¿Quién no se ha visto haciendo cosas exclusivamente para agradar a la familia o a los amigos? ¿Quién no ha caído en la tentación de ir más allá de sus límites simplemente para subirse a un podio o alcanzar una mejor posición en el trabajo? ¿Quién no ha sido víctima de la ansiedad, de la inmediatez y de las ganas de quererlo todo ya?
* * *
Al finalizar la entrevista le pregunté a Karin si estaba de acuerdo con que compartiera en este post sobre sus relaciones tóxicas del pasado y sobre su abuso al alcohol y sustancias.
¿Su respuesta?
“Escribe todo, pues para mí es un orgullo haberme rehabilitado, haberlo logrado sola y corriendo. Probé todas las terapias y todas las pastillas y nada funcionó. Correr no solo me cambió la vida, sino que me salvó. Lo importante Sebastián, es que si te pones a correr, lo hagas desde el corazón. Y si mi historia puede ayudar e inspirar a otros a cambiar, bienvenida sea, pues esa es la gracia. Ayudar”.
Tras finalizar la entrevista quedé profundamente conmovido y vía whatsApp se lo comenté a Gonzalo, quien me contó que a la Karin también le había ayudado hablar conmigo.
Y hoy jueves, cuando me levanté totalmente arruinado y con pocas ganas de madrugar para salir a trotar, me acordé de la Karin, quien me instó a seguir este camino. Con una dulce sonrisa me dijo que era consciente que me había costado, pues había leído este blog.
Es cierto, para mí no ha sido fácil, pero al terminar el entrenamiento y volver a casa, agradecí haber conocido a la Karin antes de la pandemia y haberme reencontrado con ella vía zoom, pues ayuda mucho que una mujer que ha corrido veinte años, te diga que vas bien y que te tomes las cosas con calma.
Gracias Karin.